lunes, 12 de mayo de 2014

El día llego

A pesar de todas las complicaciones de mi embarazo, yo nunca tuve malestares más que un constante dolor de espalda que aunque no era insufrible sí era molesto.

El dolor lo llevaba en el alma, tenia temor de moverme, de hablar de pensar, todas las noticias eran malas, no me daban muchas esperanzas, solo podía refugiarme en Dios y en el apoyo incondicional de mi esposo y mi familia.

Dos semanas estuve hospitalizada, me checaban cada dos horas, para asegurarse que el corazón de mi bebé siguiera latiendo, la posibilidad de que su corazón se detuviera era más real que nunca.

Laboratorios y ultrasonidos, todos los días tratando de encontrar la causa, un motivo y nada. No había una respuesta, "son cosas que pasan", me explicaban. Una de las pruebas solo me la podían hacer en la "Toco" justo antes de pasar al quirófano, así que me bajan con la posibilidad presente de que llegará el momento. Era terrible para mi pasar por los cuneros y ver a los bebés.

Las enfermeras, una lindura, me cuidaban mucho, me daban ánimo, estar en un hospital público tiene sus inconvenientes, lo que más sufrí fueron las visitas, solo 3 horas podía estar acompañada, el resto del tiempo estábamos solos, yo mis pensamientos, yo y mi bebé.

El 4 de mayo de 2013, fue el día.

Me prepararon y bajaron al quirófano. No pude ver ese día a nadie, estaba muerta de miedo y las cosas de nuevo mal, entre en Preeclampsia, no podían controlarme, cuando creí que ya no podía pasar algo más, pasó.

Alas 4:46pm escuché -Es un niño.
A lo cual yo me negaba, -Es una niña!!!.
 -Es lo que hay un niño o crees que los tenemos formados...- Me respondió la que recuerdo era la Anestesióloga.

No... fue un niño, lloró como un gatito, no pude ni verlo, comencé a convulsionar y perdí la conciencia, solo recuerdo escuchar a los Neonatólogos, gritando, dando ordenes unos a otros.

Al salir a recuperación, una enfermera le decía a otra: -Acerca la camilla para que vea a su bebé aunque sea de lejos.

Lo vi a unos 10 metros, chiquito, indefenso, con un respirador, les supliqué me acercaran y con remilgos lo hicieron. Apenas logré rozar su pie y solté en llanto. 
Era mi vida, mi amor, lo peor y lo mejor que me había pasado.


Manuel Santiago, midió 28 cm y pesó 660 gramos.

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