lunes, 19 de mayo de 2014

El hospital mi nueva casa

Tres días despues de que mi niño nació, pude conocerlo, la primera vez era solo un recuerdo borroso entre la anestecia y la realidad.

Conocí la "tortura", saber que tienes un hijo que llevaste dentro de ti por meses y no poder ver su carita, ni tocarlo, ni besarlo es un castigo. Si he pecado, este ha sido mi castigo.

Al llegar por primera vez a la  Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales (UCIN), estuve a punto de desmayarme, me derrumbe de nuevo. Pobrecita enfermera le di un buen susto.

Al final de la sala estaba la incubadora 7, lo vi por fuera, no quiero describirlo porque no es agradable, solo puedo decirles que sentía mil agujas clavarse en mi corazón.


Luego vinieron diagnósticos devastadores.  Yo me sentía físicamente muy débil, la cesárea y la preeclampsia severa me afectaron mucho, la peor parte se la llevaron mis riñones, por eso no hay buenas expectativas para un futuro embarazo, podría ser aún más peligroso para mi y para el bebé. Con todo eso encima, todos los días estábamos allí, su papá y su mamá. Le cantamos, le platicamos todo lo que se nos ocurría, muchas tonterías.

Muchos días difíciles, salíamos a llorar, comer algo y regresábamos, mi mayor temor era no encontrarlo al día siguiente, muchos de esos días los doctores nos "preparaban" porque cualquier cosa podía pasar. Al salir del hospital yo solo quería dormir, dormir para que llegará el día siguiente y mientras no pensar.

Los días se acumularon y perdíamos conciencia del tiempo que había pasado. Comenzó a mejorar, poco a poco, pero no comía, habían pasado los días más difíciles en UCIN. 
Él quería comer, pero su estómago se distendía, no estaba preparado para recibir alimentos, comenzamos un mililitro, luego dos, cuatro, ocho... llegó un momento donde creí que jamás saldría.

En total pasamos 105 días en el hospital, hasta que nos dieron el "Alta", por fin! Solo para mi.



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