jueves, 8 de mayo de 2014

Eso no me puede pasar a mi

Cada visita al ginecólogo me llenaba de ilusión, escuchar ese pequeño corazón me irradiaba paz, amor, serenidad.

Hasta que... llegando a la semana 24, algo parecía no estar bien, no parecía nada grave, de cualquier forma mi doctor decidió hacer un nuevo ultrasonido a los pocos días. El resultado, mi bebé estaba dejando de crecer, parecía que estaba perdiendo liquido y aquí comenzó mi historia de terror.

Directo a un especialista materno-fetal. Sesionaron varios doctores mi caso y el tratamiento fue: reposo completo, vitaminas y complementos a tope, 4-5 litros de agua al día, muchos medicamentos y Viagra!, sí, leyeron bien, V-i-a-g-r-a.


Durante los primeros días creo que no me cayó el veinte de lo peligroso que era la situación, hasta el día que saliendo de un nuevo ultrasonido el doctor me explicó que aunque todo parecía indicar que no saldría nada bien, no había otro camino que seguir. Realmente no podían ayudar a mi bebé mientras estuviera dentro de mi. La única opción era que naciera, pero que llegará en ese momento le daba pocas posibilidades de sobrevivir.

Sobrevivir, nunca me detuve a pensar en todo lo que implica esa palabra en realidad, "Seguir vivo después de un hecho o de un momento determinados, especialmente un peligro o una catástrofe en el que se hubiera podido morir."

El mundo me cayó encima, lloré, exploté, me derrumbé. Nunca en mi vida había pasado por algo tan doloroso. No recuerdo en que punto deje de llorar, pero siempre tuve la seguridad de que pasara lo que pasara la decisión estaba en las manos de Dios y que él elegiría lo que estuviera destinado para mi.

Cada día era más duro que otro y en las noches antes de dormir me repetía una y mil veces "Eso no me puede pasar a mi".

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